San Martín necesitaba espías, del otro lado de la cordillera
y de este lado, en Mendoza, precisamente. Una parte importante de la población
acomodada de Mendoza seguía siendo realista y en la ciudad se extendían
informes y contra informes que luego serían llevados a Chile. Al parecer lo
eligió con cuidado. Pedro Vargas era respetado, callado y a quien se lo tenía
por indiferente.
Le propuso hacerse pasar por realista para recabar
información. La empresa no era fácil, significaba que iba a ser repudiado por
los mendocinos patriotas, que hasta su familia podía pagar el precio de
tremenda osadía. A pesar de eso Vargas aceptó y desde entonces se mostró como
un decidido defensor de la causa de España. El pacto era sumamente secreto,
sólo dos personas lo conocían, el general y Pedro Vargas, ni siquiera la esposa
de Vargas supo de tal acuerdo. Fue perseguido, encarcelado, engrillado,
confinado primero en San Juan y luego en San Luis, lo hicieron caminar
encadenado para el escarnio de todos hasta la plaza mayor, le quitaron los
bienes, toda la sociedad mendocina y patriota pensaba que Pedro Vargas era un
traidor a la patria, pero cada castigo significaba ganar prestigio entre los
españoles y abrir la puerta de los caminos secretos en los que transcurría la
información del enemigo.
De esta manera San Martín se enteró de todo lo que se decía
y lo que estaba pasando y sembró del otro lado del Ande el desconcierto de sus
informaciones. Su espía siempre tenía informaciones fidedignas y le
suministraba al enemigo lo que San Martín quería que creyeran. La familia de
Vargas sufrió las consecuencias: también fue denostada, atacada, marginada. Su
esposa Laura Corvalán amenazó con dejarlo por considerarlo un traidor. Sólo
después de la toma de Chile por el Ejército Libertador se supo la verdad, y
entonces Pedro Vargas tuvo una reparación solemne por sus servicios a la patria.
Carnaval
Laura Corvalán se sentó en el sillón de terciopelo rojo que
le señalara Remedios. El general no tardó. Una reverencia, el beso en su mano
derecha, y las formalidades del caso. Hablaron poco de pocos asuntos hasta que
Laura con los ojos brillantes dijo:
- Tiene que ayudarme, General. No lo soporto más. Usted lo
sabe: mi marido es un traidor a la patria y eso no puedo aguantarlo. La gente
nos ataca, nos insulta, hablan mal de nosotros. Saben todos que Pedro es un
realista acérrimo. Tiene que ayudarme.
- ¿Qué puedo hacer por usted, señora?
- Mandarlo lejos, General, por un tiempo largo.
- Bueno, ya ha estado preso en San Luis.
- Más lejos, General, en Buenos Aires, adonde no pueda
hacernos daño.
San Martín convidó a Laura Corvalán con una copita de ese
licor de guindas que le habían regalado en Barriales. En el silencio profundo
que dejaron ocurrir el general no quitó los ojos de los ojos de la mujer.
- ¿Usted lo quiere, Laura?
_ Lo quise mucho, general. Pero ahora no sé. Es mucho el
dolor que nos ha provocado con su defensa por lo español.
Otro silencio ganó la habitación de la casa.
_ Laura, ¿usted cree en ese refrán que dice “las apariencias
engañan”?
Se sorprendió la mujer
_ Si, por supuesto. Pero ¿Qué tiene que ver con lo que
estamos hablando?
_ Tal vez mucho, Laura, tal vez mucho. En las ceremonias del
carnaval acostumbramos a disfrazarnos, algunos que son tímidos, calmos, suelen
disfrazarse de ogros, algunos de carácter violento suelen hacerlo de ovejas, o
de palomas. Pero todos, absolutamente todos los que juegan al carnaval después
de pasado el carnaval vuelven a ser lo que eran.
Laura Corvalán lo miró sin entender.
- Vaya Laura y aguante, aguante hasta que pase el carnaval.
Marzo de 1917, el carnaval ya había pasado en Mendoza, y
también el cruce, y también la
Batalla de Chacabuco. Desde Chile mandó San Martín un bando
donde aclaraba el papel honroso, sacrificado, abnegado que Pedro Vargas había
desarrollado a favor de la causa. Era la reivindicación. Laura había vuelo a
sonreír, su familia entonces no sólo había recuperado el respeto sino que había
adquirido admiración.
Laura se acercó a Pedro que descansaba bajo el aguaribay de
su patio, con un pocillo de café en la bandeja. Pedro la vio llegar.
- ¿De qué ríes, mujer?
_ Es que me estaba acordando Pedro, de todo lo que me gusta
el carnaval.
Alguna vez se sabrá
Alguna vez se sabrá
alguna vez
lo que yo y el general
pactamos aquella vez
Aquella vez.
Que yo no soy español
nunca lo fui
voy gritando ¡viva el rey!
por orden de San Martin
de San Martín
Soy Pedro Vargas
me dicen godo
pero lo que voy gritando
no es lo que siento
Soy Pedro Vargas
de todos modos
por afuera soy traidor
pero argentino por dentro.
Me creen de la corona
eso está bien
para que yo pueda enterarme
de lo que piensan hacer
esos del rey.
Me dijo hágase realista
que sea real
y me disfracé de España
para el General
para el General.